Joteo digitals: cómo llegué a vivir la experiencia Tinder
Entiendo que estamos en una sociedad digitalizada y blablabla, pero debo decir que usar este tipo de aplicaciones de citas donde sólo hay un referente visual (es decir, llenas de superficialidad y prejuicios respecto de la foto del individuo que se está viendo), me parecen un poco tristes.
Para los que no están familiarizados con el tema, les explico: Tinder es una aplicación para celulares que vinculas a tu Facebook, donde gracias a tu GPS se establece el punto donde estás, para luego escoger una distancia a la redonda, mostrándote a los usuarios de la app en ese espacio. También puedes escoger un rango de edad, y el género que prefieres (puede ser ambos al mismo tiempo).
Dicho esto, les cuento: usé Tinder. En contra de todos mis principios y creencias, lo hice. Siempre me reí de la gente que lo hacía, porque de verdad lo encuentro como “nakevers”. Onda, ¿cómo es posible que no puedas a conocer a gente nueva en la vida real?
Tengo varios amiguitos que andan muy pegados con el asunto, y otros medios obsesionados con el tema de estar emparejado (y alumbrar al respecto). Así que un día, me entró la curiosidad para ver qué tanta maravilla tenía la dichosa app, pero como no quería “pasar vergüenza” usándola, mi amigo Felipe me acompañó en la travesía y lo transformamos en un juego.
Las reglas eran simples: 20 kilómetros a la redonda; gente de 20 a 30 años; hombres (para mí) y mujeres (para él). Como vivimos a 6 cuadras de distancia, nos teníamos que encontrar, y el que pillaba primero al otro ganaba. Como regla adicional, no podíamos tomar la iniciativa, es decir, sólo hablaríamos con gente de Tinder si es que ellos nos hablaban primero.
El premio: comida (siempre es comida cuando se trata de Felipe). Y partimos.
Primero, me cargó tener que vincular la app con mi Facebook. Onda, súper psycho. Esto para poner las fotos de perfil en tu imagen de Tinder (puedes escoger varias). Como había que ser winner, usé las más tops, incluyendo una de hace un año donde aparezco en la piscina con una medalla al cuello.
También tenía que escribir una descripción de mi persona, y todos somos malos para eso (a menos que seamos ultra narcisistas). Decidí por no poner nada. Tampoco vinculé mi Instagram (de verdad qué plancha que te puedan sapear tanto) y no sé cómo, pero aparecieron varios de mis “gustos” (sacados de FB). Así Tinder se encarga de lanzarte gente con gustos similares, y tú eliges si te gusta o no.
Y empezaron a salirme individuos. Puros shúpers, gamers, zorrones. Gente musculosa, extranjeros, deportistas (de los de verdad). Un abanico de posibilidades para jotearme. Creo que me salieron uno o dos washiturros, pero fueron rechazados tajantemente.
Si dentro de la ruleta le aparezco a alguien y me da “like“, y a mí también me gustó, entonces “It’s a Match!” (es decir, nos gustamos). Y bueno, nunca pensé que pasaría tan luego, pero a los pocos minutos apareció el primer socio (y tuve que presumírselo al Pipo. Perdón el francés, así hablamos siempre):
Y fueron apareciendo más y más cabros que me hacían match (y yo ahí creyéndome el hoyo del queque).
Y no faltaron los personajes térror que aparecieron a dar jugo en mi “ruleta” del Tinders.
En otras ciudades:
Estando en Santiago me pillé a ene gente conocida (de los que cumplían mi rango de selección), y no me sorprendía que estuvieran allí. Pero cuando fui a mi natal Concepción, la cosa cambió.
Fue muy gracioso, porque pillé a compañeros del colegio, de la U, amigos que odian el amor y las relaciones (y todos con su mejor pinta de zorrón). También me pillé a dos ex pololos, ex pinches y amiguitos que lloran todo el tiempo porque no tienen una relación con una mina cuerda). En el fondo, estando allá, con todos los que me crucé en Tinder tenía como 2 grados de separación, como máximo. Atróh.
También usé Tinder en Viña del Mar. Mi conclusión: PUROS ZORRONES REÑACA. Onda, su tabla de surf, postales de sus vacaciones en Australia o Maui, mucho músculo, papito, perro, zorro, campeón. Me habré topado a uno o dos que fueron de mi agrado. Cero matches.
A decir verdad, esta app no me convenció para nada, pero tomando en cuenta el avance tecnológico y cómo se han modificado las relaciones humanas, es cosa de gustos. Tanta fomedad aportó Tinder a mi alma, que hasta mi jefa se metió a jugar con el asunto y me hizo match con varios socios que resultaron ser bastante fomeques (sorry chiquillos, soy honesta).
Como conclusiones rápidas del uso (que duró unas 3 semanas más o menos), puedo decir que:
– Me dieron mucha risa las frases filosóficas que algunos ponían en sus descripciones. Háganse vers.
– También me llamó la atención: que el 70% de los hombres anotara cuánto miden en su descripción (SRSLY).
– No muchos tomen la iniciativa de hablar primero.
– Algunas chiquillas se ponen el parche antes de la herida. Dicen “no acepto a jotes”. AMIGA, ESTÁS EN TINDER POR UNA RAZÓN.
– Los extranjeros provenientes de las europas, asias y norteaméricas son los más buena onda. No buscan aparentar ni que les caigas bien al tiro.
En fin, hay de todo en la viña del señor. Si usas Tinder para buscar a alguien para el rato, bacán, y si te sale una relación de cualquier tipo, bacán igual. Aún entro a dar jugo de repente, y me he encontrado con cabros que me han hecho match y todo, pero la verdad qué paja jotear por escrito. No sé si es demasiada mi flojera o si haya alguien que coincida conmigo.
Y respecto al juego con Felipe, perdí. Él me encontró primero y cuando lo hizo me habló al tiro, como se debe (aprendan, cabros).
P.d. Lo que me escribió obvio que no va en serio. Y sí lo invité a almorzar, al día siguiente pagué el haber perdido. Él también pilló algunos seres medios extraños en Tinder, pero decidimos no mostrarlos, era muy heavy todo. Y seguimos con nuestras vidas (omitan nuestras caras de carrete).